Integración desde la danza butoh

Todavía me cuesta, a veces, aceptar que la dualidad está en mi imaginario, que aparece como herramienta en muchas ocasiones para clasificar cosas, pero que no deja de ser eso, una línea que dibujo cuando la necesito. 

Sin embargo, muchas veces miro esa línea, la quiero borrar y parece que estuviera tan marcada que no logro dejar de verla. 

Como la mayoría de las veces me sucede, moverme me permite encontrar posibilidades que mi racionalidad no hubiera identificado, así que para tratar de desdibujar el trazo entre mi orientalidad y mi occidentalidad decidí explorar, esta vez, la danza butoh. 

La danza butoh es una disciplina que nace después de la Segunda Guerra Mundial. Dicen que sus orígenes están relacionados con la necesidad de expresar las consecuencias que dejó la Guerra en los cuerpos de la sociedad japonesa y se muestran con movimientos que suelen llamar “grotescos”. ¿Por qué esta danza me llevaría a integrar?!; es un misterio que solo mi intuición sabría responder. 
 
Finalmente conseguí un lugar con una profesional argentina muy recomendada. Quería alguien que respetara fielmente la técnica de esta danza. 

Descalza, creía estar preparada para entrar en la experiencia. La profesora empezó a hablar de movernos en el espacio como llevados por algo, trotando con ojos entreabiertos como si hubiera un hilo que nos sostuviera de arriba, estilo marioneta.  Recuerdo que habló de la sensación de vacío. ¿A qué se estará refiriendo? – pensé. Creo que decirlo así no suena nada tentador pero, la realidad, es que a medida que pasaba el tiempo, con cada ejercicio propuesto, aparecía dentro mío una sensación más profunda de vacío. Vacío de la mente, vacío de pensamiento, puro lenguaje corporal. Un cuerpo que a medida que se iba vaciando encontraba en los movimientos que aparecían, “oscuridad”. Retorcer, caer sin control, pararse del suelo sin control y después de eso el moverse como animales de la naturaleza. 

Durante tres horas mi cuerpo entró en diálogo consigo mismo y me fui a casa angustiada sin entender razones. 

No siempre las experiencias de movimiento resultan placenteras. A veces, nos encontramos con dolores alojados en nuestro cuerpo, que quizás sin moverlos seguirían allí. Sin embargo, encontrar esas oscuridades,  saber que también son parte mía me permite integrarlas y, cuando lo hago, convierto la línea que divide en un círculo y me lleno de unidad.
Unidad con la naturaleza, unidad con los movimientos, unidad con mi tango pero también con mi danza butoh.

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