Hacía bastante tiempo había visto un video que me había llamado mucho la atención: personas saltando agarradas con un arnés de un elástico , bailando, apoyando sus pies en la pared e impulsándose a través de ella. ¡Qué divertido! Me parecía maravilloso y a la vez me generaba una sensación de liviandad, como si no tuvieras que hacer fuerza para llevar a cabo esos movimientos. Pensé que en algún momento me tomaría el tiempo de averiguar dónde podría probar alguna clase de esas.
La semana en la que finalmente encontré un lugar y reservé la clase había sido bastante extraña. Percibía en mi cuerpo una sensación en el pecho, como si algo estuviera allí trabado. La mayoría de las veces mi cuerpo funciona de esa manera, empieza a expresar mucho antes que mi mente lo que me está sucediendo. Sinceramente no tenía idea qué se estaba alojando allí. Intenté bailar sola, también milonguear, hacer ejercicios con la voz, descargar energía estilo bioenergética, pero nada de eso terminaba por liberar esa sensación. Además no entendía bien qué me pasaba porque no tenía ningún pensamiento que pudiera despertar ese sentir corporal. Incluso había intentado permanecer la mayor parte del tiempo que podía en soledad porque quizás en el silencio encontraría una respuesta. Claramente no sucedió así.
El sábado de esa semana tenía pensado encontrarme con una amiga y me dije que antes de eso iba a probar la clase de danza aérea con la idea de divertirme un poco, jugar un rato y, en lugar de eso, encontré el camino para ir desde mi pecho hacia el darme cuenta.
Apenas llegué me pareció un lugar acogedor, espacioso y miré los elásticos bastante más finos de lo que había imaginado colgando del techo. Realizamos ejercicios de estiramiento y al llegar la hora de subirse a los elásticos, uno de los profesores me pregunta:
— ¿Hiciste alguna vez algo de esto?
En mi cabeza existía el imaginario de que los momentos en los que había hecho tela y pole dance me iban a ayudar en este recorrido, entonces le contesté:
—Hice Tela y Pole hace tiempo. —A lo que me respondió para mi sorpresa—: Mmm, ok, esto es algo distinto porque acá no usamos mucho las manos.
—Ok —dije—, veamos.
Después de eso, me explicó todos los detalles del arnés que se coloca alrededor de las piernas y después se conecta a través de un gancho con el elástico. Yo me percibía a gusto, curiosa con toda la situación y me dijo:
— No tengas miedo, esto te va a sostener.
Realmente el miedo no era una emoción que estuviera presente en mí en ese instante
Toma uno.
Se quedó conmigo mientras la clase avanzaba y me dijo: “Hoy vamos a trabajar juntos y solos, alejados del grupo. Lo primero que vas a hacer es tirarte para atrás con las piernas y el cuerpo entero se va a ir boca abajo. Los pies van a agarrar la soga y vas a estar colgando de la soga”. Mientras yo pensaba, en palabras de “tela”, una invertida. Subí las piernas y todo mi cuerpo se puso cabeza abajo, sin embargo, cuando eso sucedió, no se parecía ni un poco a la sensación de la tela. La tela suele quedarse bastante quieta en el lugar, y acá la soga no paraba de moverse para todos lados. Era yo, como un péndulo. La soga se movía en círculos, percibía mucha velocidad y a la vez un mareo extraño. Volví a ponerme boca arriba y le dije:
— Ahhh, esto marea y mucho—A lo que me contestó—: Estás controlando.
—¿Qué?!
— Sí—me dijo— estás controlando. Estás con los ojos abiertos, invertida, te vas a marear si miras todo. Hacelo una vez más.
Me di vuelta nuevamente pero esta vez, cerré los ojos. El mareo aquietaba un poco pero no se iba del todo. Volví de nuevo a pararme sobre los pies y me dijo:
—Cerraste los ojos— A lo que le respondí —: Sí, no estaba mirando nada. ¿No me dijiste que si no me iba a marear?
—Y me contestó—: Estás huyendo.
— ¿Qué?! No entiendo.
— La idea no es cerrar los ojos para huir ni mirar todo para controlar. Tu cuerpo ya sabe lo que tiene que hacer, los ojos abiertos te permiten estar presente pero la mirada es interna, la mirada siempre es hacia vos. Proba de nuevo.
Y de pronto sentí esa sensación, mi cuerpo encontró la manera de acomodarse, mis hombros se aflojaron y por un instante disfruté ese viaje, pies para arriba, dejando que el elástico me llevara, volviendo la mirada hacia mí, una mirada que iba encontrando un nuevo recorrido entre mis huesos que comenzó a aflojar la presión del pecho.
Toma dos
Después de todo eso, hicimos secuencias de movimientos: invertidas, caminatas, giros. Todo me parecía muy divertido hasta que llegamos a la pared. Nos cambiamos de elástico y nos acercamos a unos cercanos a la pared para comenzar a jugar con ella. Imaginaba que esto sería mucho más fácil que estar sin algo que me permitiera empujarme. Me mostró una secuencia de movimientos super lentos, donde me ponía pies para arriba por un rato sin mirar la pared, estilo vertical pero sin apoyarme en ella. Después, en esa posición, me debía dar vuelta para mirar la pared y tocarla con las manos siguiendo boca abajo. Una vez allí, iba a volver a girar en la posición anterior para poder apoyar mis pies en la pared y poder incorporarme a estar parada. En relación con lo que veníamos haciendo, parecía un movimiento simple. Hice el primer movimiento, me puse boca abajo, giré de ese modo hacia la pared y en ese momento perdí la noción del espacio, no entendía cómo volver a girar para dejar de mirar la pared y me mareé más que antes. De pronto tuve que volver a pararme sobre mis pies, no podía seguir con los pies para arriba.
— ¿Qué pasó?
— Me desorienté y me mareé. —Y ahí me dijo—: Te voy a explicar algo. Imaginate que estás caminando por un pasaje y ves árboles, edificios y de pronto, esos árboles y esos edificios se empiezan a ir de costado, como si se estuvieran cayendo a un lado. Lo primero que haces es intentar agarrarte de algo porque es como si te estuvieras cayendo, como si te estuvieras desmayando. Esto es exactamente como eso. Todo el plano cambia, la perspectiva se modifica, pero en realidad, tu cabeza siempre está arriba de tu cuello y tus pies siempre abajo de tus piernas. La derecha siempre va a seguir siendo la derecha y la izquierda también. Este ejercicio te permite darte cuenta de que no importa que todas las referencias de espacio giren, tu cuerpo siempre está con vos en el mismo lugar. Es ir siempre de adentro hacia afuera. Respiralo y aprovecha que tu cuerpo se acomoda rápido.
Mi cuerpo se acomoda rápido, pensé, pero aparentemente mi mente y mi racionalidad no lo hacen al mismo ritmo. Y yo imaginaba que gran parte de mi etapa de control y de mirar lo que pasaba en el exterior para acomodarme a ello había cesado. Sin embargo, bastaron esas palabras para desarmar mis creencias.
— ¿Vas a volver? — me dijo— : Claro que voy a volver
Cuando todo lo externo del mundo aparece dado vuelta, cuando percibo que se presenta un giro importante en el espacio y se mueve con rapidez, necesito más que nunca volver todos mis sentidos hacia mí. Sin huir de aquello que duele, sin controlar todo lo que pasa, confiando en que aún, con incomodidad, mi cuerpo va a encontrar de nuevo el camino hacia sí mismo, hacia mí, para que aún con miedo, pueda “abrir el pecho y sacar el alma”.